
¿Te has planteado alguna vez cuando fue la primera vez que comiste?
¿En qué momento empiezo nuestra relación con la comida y cómo nos ha conducido a nuestra relación actual?
Nuestra relación con la comida comienza mucho antes de ni siquiera tener consciencia plena de que lo estamos haciendo, como sucede en el vientre materno, (nuestro primer contacto con la alimentación) donde ya teníamos la capacidad de autoregularnos y obtener la cantidad de nutrientes necesarios para el crecimiento y formación adecuados utilizando incluso reservas de nuestra madre.
Los niños, en su mayoría, tienen una conexión natural con su intuición alimentaria en las primeras etapas de la vida. Cuando son bebés, lloran cuando tienen hambre y dejan de comer cuando están satisfechos. Esta intuición es innata y parte de su instinto de supervivencia.
Sin embargo, a medida que los niños crecen y están expuestos a influencias externas, como los hábitos alimentarios de sus padres, la presión para comer ciertos alimentos o las restricciones dietéticas, es posible que esta intuición alimentaria natural se vaya distorsionando y convirtiendo en conductas alimentarias que nos alejan de una relación saludable con la comida.
Si ya has integrado estas ideas y has empezado a hacer algunos cambios en el enfoque y tu forma de relacionarte con la comida, estas pueden ser algunas señales que te indican que estás empezando a mejorar tu relación con la comida:
1. No sientes culpa después de comer: disfrutas de la comida sin necesidad de compensar de ninguna manera esa elección consciente que tuviste.
2. Se desvanece el miedo a ciertos grupos de alimentos: luego de haber vivir periodos extensos de restricción-compulsión, comienzas a notar que esos alimentos que antes te producían sensación de «descontrol» y «miedo» de comprarlos porque no puedes parar de comerlos, ahora pasan a ser un alimento más en tu despensa y que tienen espacio en tu vida, dentro de la variedad de opciones que incorporas en tu día a día, ¡sin drama!.
3. Ya no categorizas a la comida como buena o mala: es sólo comida…entender el contexto es la clave.
4. Te sientes más conectada con tu cuerpo y sus necesidades: te detienes a observar más cómo se siente el hambre, saciedad o cansancio en tu cuerpo y lo honras haciendo acciones que atiendan a sus necesidades.
5) Te mueves desde la motivación intrínseca: quieres incorporar variedad, quieres hacer esa rutina de movimiento, quieres aprender a combinar nutrientes y ya no «tienes que» hacer nada por obligación externa de nadie.
Bonnus: si te ha gustado este contenido, te recomiendo que escuches el podcast de Ana Arizmendi, una psicóloga de la alimentación a quien admiro y aprendo cada día.
¿Reconoces alguna de estas señales en tu proceso actual? déjame saberlo en los comentarios.
Con amor,
Mari.